Feriantes de Dólar

Lucainena de las Torres, 10 octubre 1941
Lucainena de las Torres, 10 octubre 1941
Cuevas de Almanzora, 8 agosto 1958
Cuevas de Almanzora, 8 agosto 1958
Zújar, 5 octubre 1959
Zújar, 5 octubre 1959
Huéscar, 24 octubre 1959
Huéscar, 24 octubre 1959
Adra, 10 septiembre 1960
Adra, 10 septiembre 1960
Adra, 10 septiembre 1960
Adra, 10 septiembre 1960
Tabernas, 24 agosto 1969
Tabernas, 24 agosto 1969

Este artículo recoge, en líneas generales, cómo era el oficio de feriante que desempeñaron unos habitantes de Dólar durante muchos años.

Dólar ha sido un lugar origen de varios lugareños que se dedicaron en el siglo XX al oficio de feriante. Ser feriante significaba llevar a un pueblo que estuviera celebrando su feria un artilugio para la atracción y diversión de los más jóvenes. Normalmente este aparato de feria era una noria, a la que llamaban columpio. También hubo unos años en los que llevaron un tiovivo o carrusel, al que denominaban ola.

Describamos, brevemente, estos artilugios.

Noria: artilugio de feria consistente en una gran rueda con asientos, colocada verticalmente, que gira alrededor de un eje. La rueda era una estructura articulada con piezas rectas. A los asientos los llamaban cunas. En cada cuna se podían sentar hasta 4 niños.

Tiovivo, carrusel u ola: recreo de feria que consistía en varios asientos ubicados en una plataforma ondulada, colocada de modo horizontal, sobre la que se movían describiendo un círculo. Los asientos podían tomar diferentes formas, asemejándose a algún animal u objeto.

Parece que en torno a 1930, Bernardo Rito e hijos por un lado, y Antonio Huete Navas con Bernardino Pérez Espigares por otro, fueron los pioneros de Dólar en esta actividad. Posteriormente, varios lugareños más se dedicaron en algún momento a este oficio.

Ahora nos centraremos en el hijo del Antonio mencionado arriba, Antonio Huete Ramírez, que fue la persona que tuvo mayor actividad de feriante de Dólar.

Poco después de que su padre empezara a trabajar de feriante, Antonio Huete Ramírez inició su andadura en este oficio, yendo también a pueblos cercanos con una noria en las ferias. Durante los muchos años en los que fue feriante – desde los años 30 hasta los 70 del pasado siglo – tuvo como compañeros o socios a Bernardino Pérez Espigares, Juan Ramírez Espigares, Manuel Ramírez Heras, Antonio Jiménez Martínez, Juan García Fernández y Juan Fernández Román. En ocasiones les acompañaron algunos más.

La temporada de trabajo de los feriantes podría comenzar a finales de enero, con las Fiestas de San Vicente, en Laujar de Andarax, o las Fiestas de San Sebastián, en Fiñana. Conocían las fechas de las ferias de los pueblos cercanos, e iniciaban los desplazamientos con la noria o la ola, siempre con el permiso previo para trabajar allí de la autoridad local de cada pueblo.

En los años más tempranos, el modo de transporte era un par de bestias tirando de un carro, por caminos a veces muy agrestes. Posteriormente el transporte se agilizó con camiones.

Una vez llegados a su destino, el columpio – así llamaban a la noria – o la ola, lo colocaban en una plaza del pueblo. El montaje de la noria al completo era un proceso que requería unas tres horas de trabajo, empleando al menos a dos personas al mismo tiempo. Eran muchas maderas y hierros que colocar y atornillar. Para colocar el eje de la noria se requería cuatro personas, pues era una pieza metálica muy pesada que se debía manejar con cuidado.

Llevar un artilugio de feria era un gran evento y atracción entre los chiquillos y jóvenes. Cuando se ponía en funcionamiento, todos querían subirse y pasearse, y se les veía conglomerados en torno al columpio o la ola. Por un precio que rondaría, aproximadamente, desde medio real los primeros años, pasando por unas pesetas, hasta unos duros, se paseaban durante varios minutos.

Como atractivo añadido al artilugio, no faltaba la música cuando ponían en funcionamiento los aparatos de feria. En los primeros años la música la creaba una especie de piano con manubrio, accionado por el feriante. Luego llevaron tocadiscos con los discos de éxito de aquellas épocas. Al tocadiscos conectaban un amplificador y altavoces. Igualmente, también iban equipados con sus atrayentes conjuntos de luces.

Terminada la feria, tocaba desmontar todo y viajar a otro lugar. En ocasiones, al acabar la feria de un pueblo debían estar el día siguiente en otro, por lo que el viaje transcurría en la noche. Tenían que acostumbrarse a racionar las horas de descanso. Todo pueblo tenía su posada, pero no fueron pocas las veces que tuvieron que dormir en cualquier sitio improvisado, según las circunstancias. En las tiendas de los pueblos compraban todo lo necesario para el guiso que se hacían ellos mismos. Varias veces al año regresaban a Dólar para descansar unos días antes de iniciar otra ronda de trabajo.

La temporada terminaba en otoño, y era usual hacer una comida entre ellos en Dólar para celebrar el fin de la temporada de trabajo de feriante. El aparato de feria se guardaba en algún almacén hasta la temporada próxima. Hay que destacar que tempranamente, según contaba Antonio, en los años que duró la Guerra Civil su noria estuvo guardada en la iglesia de Pechina (Almería), que fue donde estaban trabajando su padre y Bernardino cuando estalló la guerra.

A lo largo del tiempo que desempeñó su oficio de feriante, Antonio llevó cuatro norias diferentes. Tres de ellas tenían 4 cunas, y una tenía 6 cunas. Las de 4 cunas rotaban con el empuje del propio feriante. A la de 6 cunas posteriormente le acoplaron un motor eléctrico. Destacar que las cunas eran en su mayor parte de madera, y una noria de aquellas en conjunto era mucho más pesada que una noria de la misma capacidad de hoy en día.

Una de las norias de 4 cunas se conserva actualmente. La fabricación de esta noria fue encargada en Campotéjar, en 1929. En los años 50 fue restaurada, conservando el herraje y con madera nueva, por Juan Félix, carpintero de Dólar.

Desde mediados de los 50 empezó a trabajar con una ola. La ola funcionaba con un motor eléctrico. El trabajo con este artilugio, según contaba Antonio, era de una envergadura algo mayor que con la noria, y a mediados de los 60 dejó la ola para volver a trabajar con una noria.

Realmente el trabajo era muy duro, pues estaban fuera de casa, desplazándose de un pueblo a otro, afrontando las situaciones en unos tiempos en los que no había los medios logísticos y comodidades en general de los que disponemos hoy en día.

Uno de los momentos más críticos acaeció a Bernardino y Antonio un día de la década de los 40. Los dos solos habían acabado una ronda de trabajo en Mairena, pueblo de La Alpujarra. Guardaron la noria allí y se disponían a volver a Dólar. Antonio pensaba coger un autobús que les llevaría a Granada, desde allí otro que les llevaría a Guadix, y luego irían a Dólar. Pero Bernardino, con el propósito de ahorrar el dinero del viaje, propuso regresar andando, atravesando el Puerto de la Ragua. Antonio no estaba convencido de realizar esta travesía andando, puesto que habría que emplear mucho esfuerzo físico, y además había nieve en la sierra, sería una temeridad. Pero después Antonio accedió y emprendieron tal travesía. Una vez cruzado el Puerto de la Ragua, la situación aumentaba en penosidad cuando la fatiga y el frío les afectaba cada vez más. Bernardino, bastante mayor que Antonio, desfalleció cuando atravesaban una umbría de la sierra de Ferreira, y cayó sobre un nevero. Antonio no se había percatado de lo que le había sucedido a su compañero hasta que instantes después miró hacia atrás y le encontró tirado sobre la nieve. Acudió a sacarlo de allí y a reanimarlo. Suerte que poco después pudieron ser socorridos por varios arrieros que transitaban aquel camino con bestias y mejor equipados, en un camino que por entonces era relativamente concurrido. Finalmente Bernardino y Antonio pudieron completar su travesía y llegaron a Dólar.

A cambio de su sacrificado trabajo que desempeñaban los feriantes, de vuelta a casa venían con buenas ganancias, traían las talegas llenas de monedas. Antonio decía algunas veces, puede que exagerando un poco, que si juntara todo el dinero que ganó con las norias durante el tiempo en que fue feriante, llenaría por completo de monedas todas las cunas de la noria.

Los pueblos donde llevaron a cabo la actividad de feriante, además de Dólar, fueron muchísimos, abarcando buena parte de las provincias de Granada y Almería: Benalúa, Guadix, Diezma, Darro, Iznalloz, Zújar, Huéscar,...,Fiñana, Abla, Abrucena,...,Benahadux, Pechina, Gádor, Tabernas, Lucainena de las Torres, Sorbas, Cuevas de Almanzora, Níjar, Almería, Adra,...,Bayárcal, Paterna, Laujar, Alhama de Almería, Fondón, Ohanes, Alcolea, Ugíjar, Berja, Válor,...,Fuentevaqueros, Chauchina, Santa Fé, Maracena, Íllora, Padul,..., y algunos más.

A principios de los años 70, Antonio cesó de emplearse en esta actividad. Posteriormente hubo un lugareño, Emilio Ramírez, que con una noria ya más moderna que las anteriores – en cuyo letrero se leía ‘Hermanos Ramírez’ – , tuvo cierta actividad en este oficio en Dólar, La Calahorra, y otros pueblos, desde mediados de los 80 hasta principios del siglo XXI.

Juan Antonio

Agosto de 2017
(1ª edición en Febrero de 2006)


El artículo se ha elaborado con los datos aportados por Diego Huete Espigares. Las fotografías las conservaba Antonio Huete Ramírez, que en los reversos anotaba las fechas de toma de las mismas.

Diseñado por Juan Antonio, y publicado en dolarpueblo.es

Benalúa de Guadix, junio 1959
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Fuentevaqueros, 4 septiembre 1959
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Maracena, 16 agosto 1960
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Padul, 25 octubre 1962
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Alcolea, 1972
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